Hoy tengo una historia que contarte que si tienes un perro reactivo es seguro que te interesa escucharla.
La historia me la contó ayer Jaime, psicólogo.
Jaime está interesado en mi programa reactividad y ayer nos conocimos para hablar del tema.
Por cierto.
Si tú también estás interesado en ese programa, abajo del todo lo compras.
Y este mail será un poco más largo de lo habitual, pero en menos de 3 minutos te lo lees si quieres. Si no quieres dejas de leer y entonces serán menos de 3 minutos.
Vale.
Jaime convive con Pisto, su perro.
Pisto con 2 meses se acercaba corriendo a todos los perros del parque.
Eso era muy divertido hasta que un buen día dejó de serlo.
Pisto empezó a morder los tobillos de la gente que iba de visita a casa.
Porque a Jaime le gusta mucho recibir visitas en casa.
Parece que a Pisto no le gustaba tanto.
Jaime se empezó a preocupar y buscó ayuda profesional.
Agárrate que vienen curvas.
Primera solución profesional:
Vamos a ponerle una correa de ahorque a Pisto, nos acercamos directamente a un perro y si Pisto se pone a ladrar, le damos un buen tirón con la correa.
Esto no me lo estoy inventando para entretenerte, de verdad, es una historia real de ayer mismo.
Bueno. Entretenerte sí quiero, si no todo es más de lo mismo, pero la historia es real.
No sé si este mismo profesional u otro, ahora mismo no me acuerdo, hacía o sigue haciendo clases grupales en las que todos los perros llevan puesto un collar eléctrico.
Porque según él es la única forma para que un perro camine a tu lado cuando va sin correa.
Bien. Sigo.
Segunda solución profesional:
Hay que ser amables con los perros, pero si hace algo que no te gusta, lo tumbas en el suelo. También puedes darle un buen golpe en el costado. Pero un buen golpe, si no para de hacer eso, pues más golpe le das.
Estas dos ideazas como las de Marta Hazas no sé si salieron de la boca del mismo adiestrador o de dos diferentes, pero da igual, la cuestión es que las pusieron en práctica con Pisto.
Perdona mis lagunas en la historia pero voy a la esencia.
Jaime tenía un cacao mental de narices.
Sus amigos también le decían que tenía que ponerle límites a Pisto, imponerse, pero imponerse de verdad, no de broma.
Era como si el corazón de Jaime fuera por un lado y sus actos con Pisto por otro.
Claro. Pisto empeoró.
Jaime me contó que cuando tenga un hijo quiere un hijo seguro de sí mismo. Un hijo sin miedo.
Por ahora Pisto es como su hijo, pero un hijo nada seguro de sí mismo y con mucho miedo.
Vale que todo eso que hacía Pisto de cachorro es un caldo de cultivo para la reactividad y Jaime podía haberlo atajado ahí.
Pero son fallos que se cometen sin malicia, que todos cometemos y que tienen vuelta atrás.
Ahora, lo de esos adiestradores profesionales…
Mira que yo no suelo ser mal hablado, por eso en los mails tampoco lo soy, pero tengo varias palabras malsonantes en la boca que necesito sacar.
¿Las saco?
¿Lo hago?
Es que si no las saco voy a reventar.
Los tacos enriquecen el lenguaje, ¿no?
Bueno. Ya está. Los he sacado aquí en alto, para mí. Para poder seguir escribiendo.
Puedes soltar tú también una buena palabra malsonante en mi honor cagándote en todos esos profesionales que pagan sus mierdas y su ignorancia con los perros.
¡Dedícate a otra cosa hombre!
Pero no seas tan caradura ni tan miserable.
Ya está bien, ¡coño!
Es que esto tiene que acabarse.
Historias como la de Jaime y Pisto siguen pasando cada día.
Cobrar dinero por destrozar vidas de perros por ahí.
Mira.
Ayer con Jaime no exploté tanto.
Le di las gracias por conocerle y por sen tan sincero.
También le di mi opinión al respecto sobre toda esa historia que me contó, claro.
Una opinión muy alejada de todas esas mierdas miserables de educar a los perros con dolor y encima tener los santos cojones de vender tus servicios haciendo eso.
Y sobre todo, que escuchara a su corazón.
Que a partir de ahora conviviera con Pisto como le dicte su interior.
Luego ya vendrá la puesta en práctica, pero lo primero va antes, y antes es escuchar a su corazón.
Hablar con Jaime me cambió el día.
Aún me dura hoy.
No sé si al final comprará mi programa o no, pero él ya sabe que me da exactamente igual.
Eso es lo de menos.
Tampoco sé si tú lo comprarás ahora, mañana o no tienes la intención de comprarme nada nunca.
También me da exactamente igual.
Lo único que te pido es que pongas de tu parte para eliminar el dolor y el castigo físico del mundo canino.
No hace falta que vayas por ahí con una barra de hierro dando palos a los pega perros.
O sí, eso ya lo decides tú.
Yo te aconsejo que mejor no.
Con el conocimiento y la formación es suficiente.
Juntos podemos hacer una ola más grande que se trague toda la mierda que hay en el mundo.
Sinceramente lo creo.
Termino.
Cuando Jaime y yo nos despedimos me puse a hablar con Silvia.
Me dice: joba Nando (ella me llama así), hoy estabas inspirado, ¿no? De cuantas cosas hablaste. ¿Va a comprar?
– Me da igual si compra o no. Lo de hoy va más allá de eso. Me ha recordado el porqué estoy haciendo todo esto.
Hoy me da igual si compras el programa o no.
Haz lo que quieras y puedas.
Solo te pido que escuches a tu corazón, pienses por ti mismo y no le alquiles el cerebro a otro.
Luego, todo eso lo ordenas siendo con tu perro la persona que realmente quieres ser.
Punto.