La mentira del perro obediente

El viernes pasé todo el día en Ferrol con mi familia.

Nos vamos a mudar y estamos viendo a ver dónde nos asentamos.

Nada es para siempre, pero en principio esta mudanza es para siempre o para mucho tiempo, así que nos lo estamos tomando en serio.

Es como nuestro proyecto de vida.

Bueno. Esto solo para que te sitúes. Ya te contaré más cosas de Ferrol.

 

El caso es que haciendo tiempo hasta que mi chica Silvia saliera de dar clase, estuve con nuestra hija Xela paseando en una zona al lado del mar.

Una zona por la que pasan muchos perros.

Hay un camino estrecho por el que te cruzas con otras personas casi pegados.

Ese camino por ejemplo sería malísimo para pasear con un perro reactivo, pero esto es otra historia. No voy a mezclar cosas que eso es muy malo.

Bien.

Ahí que vamos por ese camino para cruzarnos con un chico y su perro Pastor Belga Malinois.

Un poco antes de encontrarnos, el chico le pide al perro que se siente.

Bueno. Esto está bien. No necesario, pero está bien.

Mi sorpresa fue que al cruzarnos y ya con el perro sentado, me fijo que lleva puesto un collar eléctrico y una correa de ahorque.

¡Las dos cosas juntas!

La correa para las distancias cortas y el collar para cuando lo suelte, digo yo.

Esto me lo imagino yo, pero ya no lo sé.

El tema es que me quedé impactado.

Impactado por la suma de materiales aversivos y por lo tenso que iba el perro andando.

El chico llevaba la correa tensa, con escasos centímetros de longitud.

Correa tensa y encima de ahorque, imagínate lo incómodo y doloroso que debe ser eso para el perro.

 

Al cruzarnos, seguí mirando hacia atrás a ver qué pasaba.

Lo que pasó fue que llegaron a un sitio de césped más grande, y el chico le dio longitud a la correa.

¡Bingo!

El perro se relajó de forma automática.

Sentí un alivio de la leche, te lo juro.

Lo veía olfatear el suelo y con una actitud corporal super relajada.

 

El fondo de todo esto es que, con todo nuestra buena voluntad, hacemos cosas para que el perro sea más obediente.

Bueno. Más bien con la ilusión de que el perro sea más obediente.

Pero pensar en obediencia lleva siempre a pensar en control, exceso de control y tensión.

Lo que se traduce en tirones de correa, imposiciones y brusquedad.

Lo que se traduce en utilizar material que nos permita eso, como collares de ahorque y derivados.

Lo que se traduce en estrés y dolor para el perro.

Lo que se traduce en la posibilidad de encontrarnos con más problemas de conducta.

Entramos en un bucle infinito, vamos.

El que hace eso seguro que lo hace con la mejor voluntad del mundo y porque se lo han contado, pero no hay necesidad de hacer todo eso para convivir con un perro obediente.

Puedes tener el control sobre tu perro y que se comporte de manera «obediente» siendo tú más amable.

Una forma agradable a la vista sin tener que usar el dolor y sin hacerle pasar al perro por montañas rusas de estrés/placer.

La obediencia canina es una gran mentira.

Te lo cuento en este audio:

La mentira del perro obediente

FER educador canino

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